Postmen like doctors go from house to house.
(Los carteros, como
los médicos, van de casa en casa)
Aubede ( Alborada). Philip Larkin.1977
Aubede (Alborada) es uno de los más hermosos y tristes
poemas de la literatura inglesa, en el que Philip Larkin describe sin
misericordia cómo acecha la muerte y se cobra su pieza, siempre insensible a lo
que hagamos (“se muere igual gimiendo o
resistiendo”). Tras lo cual los teléfonos seguirán sonando, y la gente
afanándose por trabajar, hasta que les llegue su propio turno.
Hubo un tiempo en que el mejor ejemplo de la rutina que
constituye la vida lo representaban carteros y médicos, trajinando de casa en casa,como
describe el poema, obligaciones que, por
desgracia, hoy parece que se desvanecen en la niebla.
Pero no en todas partes. En Holanda al menos una hora y media del
horario diario de un médico de familia está dedicado a realizar atención
domiciliaria. Algo similar ocurre en Dinamarca o Noruega, por no citar a
Inglaterra como ya comentamos hace unos días. También lo hacen en Francia,
donde la atención primaria no es necesariamente la puerta de entrada al sistema;
o Alemania, donde los médicos generales son
responsables de realizar la atención a pacientes terminales (aunque se
reivindica su insuficiente remuneración en un sistema en que cada acto se
factura).
En
España, por el contrario, el domicilio es una molestia para la Atención Primaria.
Supone salir del centro, en el que se está tan calentito y protegido; implica
subir escaleras, atravesar páramos, toparse con olores rancios, enfrentarse a un ambiente
que de poco frecuentado se convierte en amenazante. Y así, se procura “disuadir” a los
usuarios alegando supuestas y fantasiosas razones para obligarles a acercarse
al centro, “donde siempre se les atenderá mejor”
Cuando
se habla de “integralidad”, de capacidad de resolución de la Atención Primaria,
sus profesionales y las sociedades que les representan reivindican con
vehemencia la disponibilidad de aparataje “moderno”, el mismo que emplean sus
compañeros del hospital, y que son los que nos convierten “de verdad” en
especialistas. Pero casi nadie reclama más domicilios. Menos le importan a la
mayor parte de las administraciones, que quizá no sepan cómo incluirlos en sus contratos
programa, esos “pequeños tesoros” de Gollum con que creen que mejoran el funcionamiento
de sus servicios.
Sin
embargo la atención domiciliaria dista mucho de ser algo obsoleto, ineficiente
e improductivo. De la mano de Rafa Bravo ya conocimos las experiencias de JayParkinson, aquel médico de Brooklyn que solo atiende pacientes (privados, por
supuesto) a través de internet o en su propio domicilio. El domicilio es uno de
los grandes “caladeros” de negocio que genera el sistema sanitario cuando se
fragmenta: en el sector privado, pero también en el público. Es curioso que
todas las iniciativas “realmente “innovadoras” que se fomentan actualmente en
los sistemas sanitario suponen una fragmentación del sistema (desde los modelos
de unidades especializadas de enfermedades a los modelos de “cronicidad”), mientras
que paradójicamente se justifica la necesidad de integración de servicios,
hospitales o áreas, precisamente ante la existencia de dicha fragmentación.
Proliferan
como hongos tras la lluvia en todos los servicios de salud modelos de atención
en domicilio dirigidos e impulsados desde los centros hospitalarios, “los que
más saben sobre enfermos terminales, enfermedades raras, o pacientes complejos”.Sin
embargo nadie conocerá nunca mejor a una persona enferma que un profesional de
la medicina o enfermería de familia que lleve años encargándose de su atención.
Y de hecho nadie gestionará mejor que ellos ese servicio de “camas domiciliarias”
(mayor en número y complejidad que muchos servicios hospitalarios) que cada centro
de atención primaria tiene de forma virtual, como tan brillantemente se exponía
en las conclusiones del SIAP de atención en domicilio de 2013.
Se
argumentará y con razón que es muy difícil poder realizar atención domiciliaria
con 50 pacientes en consulta. Es cierto. Además de imposible es denigrante para
médicos y pacientes,salvo circunstancias excepcionales, tolerar esas cifras (y aún
más asombrosa es esa tolerancia sumisa ante la situación). Se precisa de
tiempos equilibrados entre las diferentes modalidades de atención. Y por
supuesto se necesita no solo el compromiso de los médicos de cabecera, sino de todos los profesionales (
de muy diferentes perfiles) que deberían formar parte de la Atención primaria, y
en el que el papel de la enfermería es esencial. Pero los médicos
de familia no pueden escurrir el bulto, y delegar la responsabilidad que tienen
con todos y cada uno de sus pacientes, en unidades hospitalarias
,“turnos rotatorios”, o cuidados especializados diversos.
La
Atención Primaria perdió el control sobre las bajas, sobre la prescripción
integral a sus pacientes, la atención a población infantil y en gran medida
respecto a las demandas obstétricas. La pérdida del domicilio está a un paso, y
con él la renuncia a uno de los escasos aspectos que la podrían convertir ,de
verdad, en imprescindible para las personas y para los sistemas sanitarios.
(Fotograma de The Citadel de King Vidor basada en la novela de AJ Cronin)
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