En el
presente número de junio de AMF, Fabiola Jaramillo, Alex Oyarzo y yo mismo
publicamos una revisión en torno al COVID-19 (Evidencias y reflexiones sobre COVID-19).
El trabajo hace una revisión
preliminar de los efectos de la pandemia COVID19 que, ha alterado la vida de la
humanidad, en especial por su capacidad de colapsar los sistemas sanitarios. Se
revisa brevemente su epidemiología y diagnóstico, resaltando las distintas
respuestas de los países y sus adaptaciones organizativas.Se identifican cinco
grandes desafíos a los que se enfrentarán los sistemas sanitarios en el medio
plazo, dibujándose tres posibles alternativas para abordarlos. Y de forma específica se comenta la
situación
en España y el impacto sobre la APS.
El inevitable proceso de
revisión y edición del artículo ha dejado rápidamente anticuados la información
que aportaba sobre la incidencia de la enfermedad y su impacto en personas
fallecidas, como no podía ser de otra
manera.
En apenas un mes el número
de casos en el mundo se ha duplicado (de 5 millones a 17 de mayo a 10 millones
y medio a 30 de junio), y el número de muertos casi también ( de 325.000 a
510.000). Aunque creamos que ya estamos a salvo en esta ridícula “nueva normalidad”
la hecatombe simplemente ha emigrado hacia otros territorios fundamentalmente
América y África. El trágico ranking de países más afectados ha visto como el
que en mayo ocupaba el primer lugar en número de casos ( Estados Unidos) ha
multiplicado por dos su número de infectados ( de 1.527.000 a 2.700.000),
seguido por Brasil, que si entonces “solamente” tenía 170.000, actualmente tiene
1.383.000) ocho veces más también. Su número de muertos también ha aumentado en
proporciones importantes: de 90.980 muertos a 129.000 en el caso norteamericano
, y de 12000 a casi 60.000 ( cinco veces más) en el caso de Brasil. Cifras
bestiales que tienen responsables evidentes (sus respectivos presidentes) que
en otras circunstancias hubieran sido juzgados por genocidio.
Rusia e India, y
en menor medida Perú y Chile han incrementado también sustancialmente su número
de casos hasta formar parte de ese desgraciado club de los diez países más
afectados del mundo. Los países europeos alcanzaron en su mayor parte una
relativa estabilidad en casos y muertes, aunque a España le sigue
correspondiendo el dudoso honor de seguir siendo uno de los países con mayor tasa de muertos por millón de
habitantes, solo superado por Bélgica y Reino Unido. No es un resultado para
estar orgulloso, ni mucho menos para presumir como hacía la ministra Ribera.
Unas cifras que obligan a realizar una investigación independiente sobre lo que
se ha hecho para intentar que vuelva a ocurrir en el futuro, pero a la que se niegan los partidos políticos de este país, en un ejercicio bochornoso de
elusión de responsabilidad y falta completa de transparencia y rendición de
cuentas ante la ciudadanía.
No han cambiado, sino que se
van materializando, los cinco grandes desafíos que planteábamos a los que ya
tenía y a los que se enfrentará el sistema sanitario:
el posible
rebrote o nueva pandemia ( perceptible ya en estos días para lo cual la
estrategia de identificación de casos y seguimiento de contactos resulta clave),
las secuelas y complicaciones derivadas del ingreso hospitalario, la desatención
a otros problemas, la necesidad de rediseño de atención a residencias, los efectos
sobre salud mental y las consecuencias
socioeconómicas (con la pobreza como nueva pandemia). Los datos del hundimientodel PIB del 5,2% en el primer trimestre ( solo tangencialmente afectado por la
pandemia) son un oscuro vaticinio de lo que nos espera como país, con ridículas
llamadas de gobierno, oposición, expertos y contertulios patéticos a cambiar el
modelo productivo y evitar la dependencia del turismo, buscando el fomento de
la sobrevalorada” innovación”. Que les expliquen lo que es ésta a los pequeños
negocios de mi ciudad que han cerrado sus puertas, a los comerciantes de
mercadillo, a los hoteleros y migrantes.
Tres
escenarios planteábamos
de posible respuesta a los citados desafíos: mantener el status quo con
medidas
de refuerzo de urgencias o UCIs, inversión en el sistema sanitario
centrado en
unidades hospitalarias y de colaboración público-privada y refuerzo de
la
Atención Primaria como coordinador de la respuesta sanitaria. No ha
pasado un
mes y la tercera de las opciones, la más razonable, efectiva y eficiente
ya ha
sido eliminada en la fase previa. Una vez más el tren pasará de largo
hacia
destinos más interesantes, fundamentalmente el de aprovechar la ocasión
para
medidas de escaparate tan del gusto de algunos ministros y consejeros
autonómicos, cuando no de franco desembarco de los proveedores privados
una vez
que les pasó el susto. Basta con escuchar las “progresistas” tertulias
de la Cadena SER ( "lo que dice la SER es"), para comprobar hasta qué
punto va cundiendo el mensaje de que el
debate sobre sanidad pública o privada es algo ya arcaico, periclitado,
cuando
en realidad son no solo compatibles sino complementarias (basta escuchar el minuto 43 a 45 de la tertulia de Lapuente, Ayllón y García). Sería bueno que
leyeran este trabajo de Martin McKee en que argumenta claramente por qué en su
país ( también duramente castigado por la pandemia) la provisión debería ser
pública. Pero no lo harán.A los gurús de las ondas y las televisiones les basta
y sobra con sus tertulianos expertos en todo, esos que llaman que llaman a la
Atención primaria, “Sanidad Primaria”.
Ha bastado un mes para
confirmar la hipótesis de que la Atención Primaria seguirá sin tener el
reconocimiento que políticos y charlatanes le aventuraban.
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