Un efecto secundario colateral de ciertos antidiabéticos no insulínicos
(ADNI) es la posibilidad de aumentar el riesgo de fracturas, fracturas
osteoporóticas o fracturas patológicas en lugares no habituales de la
enfermedad osteoporótica. La diabetes tipo 2 (DM2), por este motivo,
aumenta el riesgo de osteoporosis y de fractura de cadera hasta en 1,4
veces mas que las personas sin DM2, según algún estudio (no es unánime).
Con todo, aun no siendo esta patología un factor de riesgo de
osteoporosis per se, pues la densidad mineral ósea (DMO) en comparación
con pacientes no DM2 está normal e incluso aumentada, el tipo de
medicación y la edad de presentación de esta patología serían dos hechos
diferenciales que aumentarían el riesgo de padecer una fractura de
cadera.
Uno
de los estudios que comentamos, es un análisis de una cohorte
prospectiva que intenta investigar si los ADNI tienen alguna influencia
en el riesgo de fractura de cadera en pacientes con DM2.
Los
pacientes fueron captados de un registro de pacientes de Dinamarca the
Danish National Patient Registry (180.000 pacientes con DM2), por un
lado, y se cruzaron datos con la información proveniente de la
dispensación farmacéutica proveniente del Register of Medicinal Product
Statistics, durante el período de tiempo entre enero del 1996 y
diciembre del 2011. El objetivo primario fue la exposición a ADNI y la
fractura de cadera. Para ello se utilizó un método estadístico de
regresión múltiple tipo Cox.
Tras 5,5 años de seguimiento tras el diagnóstico se produjeron 5.244
fracturas de cadera, 10.905 fracturas osteoporóticas mayores y 20.557
otro tipo de fracturas.
La utilización de insulina, metformina, inhibidores de los dipeptidil
peptidasa-4 y análogos agonistas de los glucagon-péptido-1 se asociaron
con menor riesgo de fractura de cadera.
La utilización de sulfonilureas (SU) durante 90 días se asoció con un
aumento del riesgo de fractura de cadera, hazard ratio (HR) 1,64 (IC
95% 1,54-1,75) tanto en hombres como en mujeres, al tiempo que el no
haber utilizado estos ADNI no se asociaba con aumento del riesgo de
fractura. Más allá de los 90 días el riesgo de fractura se hacía
extensivo a otros lugares del cuerpo.
La utilización de glitazonas durante 90 días se asociaba con un
incremento en el riesgo de fractura de cadera, HR 2,07 (IC 95%
1,39-3,07), al tiempo que su no utilización no aumentaba el riesgo. En
éstas el riesgo estuvo aumentado en las mujeres pero no en los hombres.
Análisis secundarios mostraron un incremento en el riesgo de algún tipo
de fractura, fuera fractura osteoporótica mayor, vertebral o en
antebrazo en utilizadores recientes de SU y de glitazonas, mientras se
reducía con otras medicaciones.
Concluyen que las SU y las glitazonas aumentan el riesgo de fractura
de cadera. Las hipoglucemias de las SU podrían ser el mecanismo por el
que se produjeran caídas y con ello fracturas, aunque no casa con los
datos de las insulinas, que por el contrario no aumentaron el riesgo.
Con todo, el antecedente de fracturas previas, la avanzada edad y las
caídas fueron factores comunes a este tipo de pacientes. Por ello, tal
vez evitar las SU en personas mayores o con riesgos de caídas.
En este aspecto,
otro estudio reciente en personas mayores valoró estos aspectos, el
riesgo de fractura de cadera y de lesiones no esqueléticas debidos a
caídas en una cohorte importante de personas ancianas, según su
comorbilidad, medicación antidiabética y evaluación del riesgo de caída.
Estudiaron si el riesgo de fracturas en pacientes con o sin DM2 se
relaciona con el riesgo de caída o por otras características óseas
específicas.
Para ello se incluyeron a 429.313 ancianos (80,8± 8,2 años, 58% mujeres)
provenientes del registro sueco “Senior Alert” cuyos datos se
relacionaron con otros registros sanitarios del país. Se identificaron a
79.159 individuos con DM2 (45% con tratamiento insulínico, un 41% con
ADNI y un 14% sin tratamiento farmacológico) y 343.603 sin DM2. Durante
un seguimiento aproximado de 670.000 personas/año, se identificaron
36.132 fracturas (15.572 de cadera) y 20.019 lesiones no esqueléticas
debidos a caídas.
En el modelo de regresión multivariante Cox donde el grupo de
referencia era los pacientes sin DM2 y el objetivo era la fractura de
cadera, el grupo de tratamiento insulínico se asoció con un incremento
del riesgo de fractura HR ajustado 1,24 (IC 95% 1,16–1,32), en cambio no
hubo riesgo con los ADNI HR 1,03 (IC 95% 0,97–1,11), así como en el
grupo sin tratamiento se redujo el riesgo HR 0,88 (IC 95% 0,79–0,98).
Tanto el grupo con tratamiento insulínico (HR 1,12) como el de ADNI (HR
1,12), pero no el grupo sin tratamiento, fueron predictores de daños no
esqueléticos debidos a caídas, así como otro tipo de fracturas, sean de
extremidades superiores, tobillo, fracturas osteoporóticas pero no de
muñeca.
Un ánalisis diferenciado mostró que en los varones el riesgo de fractura
de cadera solo se incrementa en los tratados con insulina, pero en las
mujeres este diagnóstico estába relacionado tanto con el tratamiento
insulínico como con los ANDI.
Este estudio afirma, al contrario del anterior, que el riesgo de
fractura de cadera en ancianos se incrementa tanto en varones o mujeres
con DM2 si utilizan insulina, pero otro tipo de lesiones relacionadas
con las caídas no diferencian el tipo de tratamiento médico.
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