miércoles, 29 de noviembre de 2023

(NEJM) Eficacia cardiovascular de la semaglutida en personas obesas no diabéticas. Estudio SELECT.

Continúa las novedades en torno a los tratamientos farmacológicos de la obesidad y, tras comprobarse que disponemos de varias opciones eficaces en la disminución del peso, toca dar una vuelta de tuerca más y determinar si, además, esto tiene algún beneficio añadido desde una perspectiva cardiovascular.

En este contexto, hace unos días se publicó en el NEJM un ensayo clínico -denominado SELECT para la ocasión- cuyo objetivo ha sido determinar si la adición de semaglutida a la atención estándar es mejor que un placebo en la reducción del riesgo de eventos cardiovasculares adversos mayores entre los pacientes con sobrepeso u obesidad y enfermedad cardiovascular preexistente que no tenían diabetes. Pasamos a contarte sus entresijos.

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Comentario La reciente autorización de la tirzepatida por la FDA para el tratamiento de la obesidad y la aparición en el horizonte de fármacos como el orforgliprón, la retatrutida o la cagrilintida ponen sobre la mesa la cruenta guerra de la obesidad en la que veremos análogos de todo tipo y sus combinaciones. También veremos vencedores y vencidos.

En este escenario de altísima competencia, Novo Nordisk ha movido ficha con un ensayo clínico en el que ha utilizado una dosis elevada de semaglutida, durante un período de tiempo prolongado, en una extensa muestra de personas de alto riesgo cardiovascular, para comprobar si esta intervención, en pacientes con sobrepeso u obesos, es eficaz en una variable combinada de eventos cardiovasculares.

La respuesta corta a la pregunta de investigación planteada en el objetivo es , como hemos visto más arriba, pero de lo leído queremos matizar algunas cuestiones que nos parecen interesantes:

1.- La extraordinaria reducción de los eventos de un 20% se ve eclipsada cuando expresamos los resultados como reducción absoluta del riesgo (1,5%) que se nos antoja -en las condiciones de este ensayo clínico- exigua. El gráfico de caritas es, en este sentido, elocuente: es necesario tratar a 200 pacientes entre 3-4 años para evitar 3 eventos de los incluidos en la variable combinada.

2.- Esto puede estar relacionado con la reducción de peso conseguida (solo un 8,5%) bastante inferior a la lograda en los ensayos con Wegovy (la marca comercial de semaglutida indicada en obesidad).

3.- Lo anterior se trenza con la cuestión de fondo que se dirime en este estudio: ¿Los resultados cardiovasculares se deben a la acción específica de la semaglutida o son consecuencia de la bajada de peso de los pacientes? Y esta pregunta, mucho nos tememos, que se queda sin contestar en el SELECT ya que, para ello, hubiera sido necesaria una estrategia de intervención paralela de reducción del peso en el grupo no tratado con semaglutida. Por ejemplo, comparando el efecto cardiovascular de la semaglutida vs otro arGLP1, cirugía bariátrica, dieta y ejercicio, etc.

A falta de este planteamiento, no podemos concluir que los resultados de este ensayo clínico sean debidos a un efecto independiente de la semaglutida ya que, por lo que sabemos hoy día, la pérdida de peso va aparejada a una disminución de la grasa visceral, la inflamación, la presión arterial o los lípidos, por citar algunos factores de riesgo cardiovascular de primer orden. Y, por supuesto, de los eventos cardiovasculares.

4.- En estrecha relación con el punto anterior (y el siguiente) está el hecho de que no hemos localizado en el artículo una información que nos parece clave: qué porcentaje del peso perdido por los pacientes tratados con semaglutida es grasa o masa magra (masa muscular y ósea) ya que una pérdida acusada de esta podría empeorar a largo plazo la salud metabólica y complicar el pronóstico del paciente.

5.- Una crítica a este estudio (y, en general a estos medicamentos) es que los patrocinadores de los fármacos para la obesidad no proponen nada más allá del tratamiento farmacológico, que se convertiría en un yugo para los pacientes. ¿Qué tal una estrategia de abandono del tratamiento en un contexto de mejora de los hábitos de vida? ¿Vamos a renunciar a tratar la raíz del problema de la obesidad y los problemas de salud relacionados? ¿Se desea medicalizar, como un fin en sí mismo, la obesidad? ¿Y qué hay del entorno obesogénico en el que tratamos de sobrevivir?

6.- En relación a la seguridad, el estudio -pese a su longitud y tamaño muestral- no revela problemas que no conociéramos ya. No obstante, queremos señalar dos aspectos relevantes: el primero es que lo abandonaron un 16,6% del total de los tratados por este motivo (cifra nada desdeñable) y que el uso multitudinario de la semaglutida (en el mundo real y, muchas veces, sin ningún control por un profesional sanitario) comienza a emitir inquietantes señales en este ámbito.

Si juntamos todas las piezas de este complejísimo puzzle, se está generando una coyuntura que puede ser catastrófica para los pacientes. Sin duda alguna, los fármacos para la obesidad son una herramienta de gran utilidad para tratar la obesidad. Pero ni son la única herramienta de la que disponemos, ni la más importante (porque no abordan las cuestiones de fondo) ni su uso está exento de problemas que, potencialmente, pueden ser graves.

Con este panorama y unas cifras de obesidad galopantes, más vale que alguien ponga un poco de cordura en todo este asunto. Y los laboratorios farmacéuticos -más allá de los pingües beneficios que esperan obtener- deberían ser los principales interesados en formar parte de la solución, antes que del problema. O eso, o la crisis reputacional a corto, medio o largo plazo, será insorteable.

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