Atados a la cama. Así pasan parte de sus días el 40% de las personas mayores y dependientes en España. Un porcentaje que asciende del 60 al 80% en los casos de demencia o enfermedad mental. No son datos oficiales, pero los escasos estudios disponibles
concluyen que el uso de sujeciones –tanto físicas como químicas− es una
práctica extendida en las residencias españolas. Mientras, en el Reino
Unido o en Alemania esta medida apenas representa el 5%.
«La falta
de sensibilidad y la apatía hacia las personas mayores y dependientes
deriva en una falta de demanda de modelos de cuidado distintos a los
actuales», denuncia la médica geriatra Ana Urrutia. «No
es porque consideremos a la persona mayor más indigna –matiza− sino
porque la hemos sobreprotegido: ‘¿Y si se cae?’. Hemos dado más peso a
la protección y menos peso a la dignidad».
A través de la Fundación Cuidados Dignos,
que ella misma creó, Urrutia está labrando una transformación profunda
en el sistema de cuidados. Lo que implica un cambio de raíz en la
cultura de trabajo de las instituciones sociosanitarias, en los roles de
los profesionales y, en ocasiones, en la estructura física de los
centros. La médica geriatra, que será una de las speaker de Zinc Shower 2016,
también ha definido un sistema de indicadores y certificación que miden
el impacto en la calidad de vida de las personas: desde 2006, más de
120 centros han sido acreditados por Libera-Care.
«Antes de atar…
¿habrá otros medios, no? Alguna chica que te dé conversación o algo así.
No, no me gustaría estar agarrado, no tendría libertad». El testimonio
pertenece a uno de los pacientes de los centros que, hace ya 17 años,
fundó la propia Urrutia, que también ha sido seleccionada como Emprendedora Social Ashoka 2016
por su trabajo desde la Fundación. «Antes trabajé en un par de
residencias. Hacían cosas que no iban acorde con la forma que yo tenía
de entender el cuidado. Pedí ayuda a mis padres porque tenía ilusión por
hacer las cosas a mi manera de entenderlas», cuenta.
Desde entonces, reconoce que el sector ha evolucionado muchísimo. «Hace dos décadas estaba muy poco profesionalizado.
Cualquiera podía abrir una casita, contratar un servicio de comidas y
la atención de auxiliares y montar un centro. En ocasiones no eran ni
sanitarios». «Era un modelo asilar, hotelero. Y se notan las carencias
cuando el negocio está más enfocado al beneficio que a cuidar a las
personas», continúa.
El modelo importado por Urrutia se hace aún más necesario en un país que envejece. Según las previsiones del INE, en 2050 habrá más de 15 millones de personas mayores de 65 años
(el 36,5% de la población). Y al menos el 5,5% de ellas vivirá en una
residencia. Además, la tasa de discapacidad aumenta con la edad: a los
80, más de la mitad de la población tiene problemas para realizar las
actividades cotidianas.
«Aunque hayamos mejorado mucho, para
generar un verdadero cambio social hay que seguir diciendo que en España
sujetamos a las personas mayores, aunque esto moleste a algunos
sectores», señala Urrutia, que advierte de las consecuencias de la
sujeción: desde el punto de vista físico, se producen úlceras, rigidez, estreñimiento, infecciones… Y desde el psicológico, apatía, depresión, miedo, desorientación, agitación y caídas.
«No se trata de que los pacientes se adapten a las reglas del centro o del personal; hay que hacerlo al revés. Utilizar terapias no farmacológicas como musicoterapia,
tener animales, jardines, estudiar la disposición de los muebles,
generar espacios humanizados… El resultado de crear un espacio cálido y
tener un mejor trato es que vas a necesitar sujetar muchísimo menos»,
añade la especialista. «El comportamiento es un sumatorio de cosas, no
solo se debe a la edad o a la enfermedad. Cuando lo interpretas, eres
capaz de adelantarte a una situación de peligro».
http://ethic.es/2016/05/humanizar-el-cuidado-un-derecho-de-los-mayores/
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