“Aunque uno no se
libre hasta donde es posible de las servidumbres inútiles y evite las
desgracias innecesarias, aún le quedarán por vivir esa larga serie de sucesos
que son los que de veras ponen a prueba la fortaleza del hombre: las
enfermedades incurables, la muerte, la vejez, el amor no correspondido, la
amistad traicionada, la mediocridad de la vida (menos extensa que nuestros
proyectos y más aburrida que nuestros sueños), en definitiva, todos los males
causados por la naturaleza divina de las cosas”
Memorias de Adriano. Marguerite Yourcenar
Anoche, en la cadena SER la periodista Angels Barceló,
educaba para la salud a la audiencia sobre una enfermedad nueva de escaso
conocimiento: la gripe.
Su interesante exposición me confirma que mi abuela era una
auténtica pionera en virología sin siquiera saberlo, puesto que conocía
perfectamente su causa ( “niño, tápate con el pañuelo cuando tosas”), sus
antecedentes ( “la del 18 si que fue una gripe mala”), su diagnóstico ( “el niño ha cogido la gripe, tiene fiebre de 40 y
le duelen los huesos”), su pico epidémico ( “ abrígate que es temporada de
gripe”) y su tratamiento ( “tómate este ponchecito caliente y métete en la cama
y mañana no vayas al cole”). Por lo que se ve, todo ese conocimiento popular que
se transmitía de abuelos a nietos ha desaparecido, puesto que se precisa que en
horario de máxima audiencia una periodista estrella se informe e informe sobre
qué es la gripe.
La periodista para refrendar la gravedad de la enfermedad se
apoyó en su casuística, extraída de conocidos y amigos : “ la gripe de este año
es muy mala, porque te deja tumbado en la cama una semana sin salir”, ¿esto es
así?", pregunta con inquietud al médico centinela consultado al respecto; a lo
que éste responde: “sí sí, lo que pasa es que la gripe del año pasado también
lo era”, confirmación del viejo dicho popular de que “la gripe sin tratamiento dura
siete días y con tratamiento una semana”. Eso sí, entre los remedios modernos
el experto señala al tamiflu, no vaya a quedar como antiguo ante un problema
tan grave.
Pero lo más interesante del programa no fue esta exaltación
de lo obvio, cada vez más habitual en los medios, sino el tratamiento
informativo de la vacunación: a pesar de que se informa de que
el propio Centro Nacional de Epidemiología
señala que la protección de la vacuna frente al tipo B ( responsable
según éste
del 70% de los casos) “se espera muy moderada”, y se admite que estamos
ante
una temporada de mala cobertura vacunal (puesto que la inmunización
apenas protege
frente a las principales cepas que causan la enfermedad), se insiste una
y otra
vez que la escasa tasa de vacunación poblacional es la principal causa
del desbordamiento sanitario existente: la responsabilidad una vez más
está en la gente, puesto que
el “ 67% de los muertos no se vacunaron”. De esta forma se llega a una
de las cimas
del periodismo sanitario moderno al afirmar que “aunque no se haya acertado con
la vacuna, ésta sigue siendo la mejor forma de prevenir” algo que hubiera
encantado al gran Chiquito de la Calzada. En la misma línea de pensamiento paradójico, la
catedrática consultada en el programa insiste con vehemencia en la necesidad de vacunarse ( “hay
países que vacunan a toda la población a partir de los 6 meses”) mientras
reconoce a la vez que el virus que circula en un mes es distinto del que circula al
cabo de diez meses, “cambios a menudo suficientemente importantes como para
marcar diferencias con las cepas de la vacuna”
La gripe llega como el Almendro cada año sobre la Navidad, y
por ello no debería rellenar cada año las páginas de los periódicos y los
programas de radio o televisión. Las causas principales del colapso de los servicios
sanitarios están bastante claras: el recorte sistemático de profesionales que
se lleva realizando de forma continuada con la excusa de la
crisis económica, y la medicalización creciente de cualquier fenómeno, azuzada
por medios, políticos y profesionales irresponsables y que conduce a una infantilización
creciente de la población, que cree que todo es solucionable en una urgencia.
Sí, es cierto: la gripe mata. En una proporción muy baja, dado el alto número
de casos que se producen cada año. Habitualmente a personas muy mayores. Porque
aunque esté feo decirlo, las personas muy mayores acaban muriendo alguna vez.
La prevención en general y la vacunación en particular es un
dogma intocable. Cuestionar algunas de sus prácticas supone el riesgo de
excomunión en el pensamiento científicamente correcto. Aunque se acumulen las
pruebas, aunque se maticen sus resultados, buena parte de las revistas, los
expertos, los generadores de opinión y los medios de comunicación niegan
cualquier evidencia que ponga en cuestión el tramposo aforismo de que prevenir es
mejor que curar.
Juan Gervas lleva muchos años argumentando alto y claro
contra las falacias que se esconden tras el dogma de la prevención. Lo
argumenta con datos, artículos, ensayos clínicos, revisiones. Cabría suponer que
frente a sus razones, los que discreparan lo hicieran aportando sus propias
carretas de pruebas. Habitualmente no lo hacen. Recurren a métodos mucho más
toscos y menos científicos: los más gañanes emplean el insulto, el exabrupto o
las falsedades. Los más refinados la simple censura. Como por ejemplo la
acontecida en el 7º Congreso de Gestión Clínica, donde se cayó del cartel ya
anunciado, no por debilidades a lo Sabina, sino por esotérica decisión del patrocinador.
Pretendía hablar de lo fútil, lo inútil y lo perverso en atención sanitaria.
Algo absolutamente intolerable.
Afortunadamente ya la tenía preparada. En ella afirma cosas
tan sensatas, sabias y prudentes como ésta: “Lo
central en atención sanitaria es fomentar el disfrute de la salud de forma que
no se precise ninguna intervención médica para el normal vivir. Hay que evitar,
pues, la medicalización de la vida diaria. Por ejemplo, envejecer es normal y
parte del sano vivir. En general, que pasen los años es signo de salud, por más
que a veces se acompañe esa salud de males menores y hasta mayores, pero el
envejecer es parte de la plenitud de la vida. El envejecimiento es signo de
vida pues sólo los que están vivos envejecen. Y el envejecimiento digno da
crédito y respeto”.
Algo que hubiera firmado posiblemente el mismo Adriano.
(Viñeta de El Roto en el Pais)
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