miércoles, 10 de enero de 2018

El Gerente de Mediado. Con la prevención ( y sus secuaces) hemos topado.

 
 
“Aunque uno no se libre hasta donde es posible de las servidumbres inútiles y evite las desgracias innecesarias, aún le quedarán por vivir esa larga serie de sucesos que son los que de veras ponen a prueba la fortaleza del hombre: las enfermedades incurables, la muerte, la vejez, el amor no correspondido, la amistad traicionada, la mediocridad de la vida (menos extensa que nuestros proyectos y más aburrida que nuestros sueños), en definitiva, todos los males causados por la naturaleza divina de las cosas”
Memorias de Adriano. Marguerite Yourcenar

Anoche, en la cadena SER la periodista Angels Barceló, educaba para la salud a la audiencia sobre una enfermedad nueva de escaso conocimiento: la gripe.
Su interesante exposición me confirma que mi abuela era una auténtica pionera en virología sin siquiera saberlo, puesto que conocía perfectamente su causa ( “niño, tápate con el pañuelo cuando tosas”), sus antecedentes ( “la del 18 si que fue una gripe mala”), su diagnóstico ( “el  niño ha cogido la gripe, tiene fiebre de 40 y le duelen los huesos”), su pico epidémico ( “ abrígate que es temporada de gripe”) y su tratamiento ( “tómate este ponchecito caliente y métete en la cama y mañana no vayas al cole”). Por lo que se ve, todo ese conocimiento popular que se transmitía de abuelos a nietos ha desaparecido, puesto que se precisa que en horario de máxima audiencia una periodista estrella se informe e informe sobre qué es la gripe.
La periodista para refrendar la gravedad de la enfermedad se apoyó en su casuística, extraída de conocidos y amigos : “ la gripe de este año es muy mala, porque te deja tumbado en la cama una semana sin salir”, ¿esto es así?", pregunta con inquietud al médico centinela consultado al respecto; a lo que éste responde: “sí sí, lo que pasa es que la gripe del año pasado también lo era”, confirmación del viejo dicho popular de que “la gripe sin tratamiento dura siete días y con tratamiento una semana”. Eso sí, entre los remedios modernos el experto señala al tamiflu, no vaya a quedar como antiguo ante un problema tan grave.
Pero lo más interesante del programa no fue esta exaltación de lo obvio, cada vez más habitual en los medios, sino el tratamiento informativo de la vacunación: a pesar de que se informa de  que el propio Centro Nacional de Epidemiología señala que la protección de la vacuna frente al tipo B ( responsable según éste del 70% de los casos) “se espera muy moderada”, y se admite que estamos ante una temporada de mala cobertura vacunal (puesto que la inmunización apenas protege frente a las principales cepas que causan la enfermedad), se insiste una y otra vez que la escasa tasa de vacunación poblacional es la principal causa del desbordamiento sanitario existente: la responsabilidad una vez más está en la gente, puesto que el “ 67% de los muertos no se vacunaron”. De esta forma se llega a una de las cimas del periodismo sanitario moderno al afirmar que “aunque no se haya acertado con la vacuna, ésta sigue siendo la mejor forma de prevenir” algo que hubiera encantado al gran Chiquito de la Calzada. En la misma línea de pensamiento paradójico, la catedrática consultada en el programa insiste con vehemencia en la necesidad de vacunarse ( “hay países que vacunan a toda la población a partir de los 6 meses”) mientras reconoce a la vez que el virus que circula en un mes es distinto del que circula al cabo de diez meses, “cambios a menudo suficientemente importantes como para marcar diferencias con las cepas de la vacuna”
La gripe llega como el Almendro cada año sobre la Navidad, y por ello no debería rellenar cada año las páginas de los periódicos y los programas de radio o televisión. Las causas principales del colapso de los servicios sanitarios están bastante claras: el recorte sistemático de profesionales que se lleva realizando de forma continuada  con la excusa de la crisis económica, y la medicalización creciente de cualquier fenómeno, azuzada por medios, políticos y profesionales irresponsables y que conduce a una infantilización creciente de la población, que cree que todo es solucionable en una urgencia. Sí, es cierto: la gripe mata. En una proporción muy baja, dado el alto número de casos que se producen cada año. Habitualmente a personas muy mayores. Porque aunque esté feo decirlo, las personas muy mayores acaban muriendo alguna vez.
La prevención en general y la vacunación en particular es un dogma intocable. Cuestionar algunas de sus prácticas supone el riesgo de excomunión en el pensamiento científicamente correcto. Aunque se acumulen las pruebas, aunque se maticen sus resultados, buena parte de las revistas, los expertos, los generadores de opinión y los medios de comunicación niegan cualquier evidencia que ponga en cuestión el tramposo aforismo de que prevenir es mejor que curar.
Juan Gervas lleva muchos años argumentando alto y claro contra las falacias que se esconden tras el dogma de la prevención. Lo argumenta con datos, artículos, ensayos clínicos, revisiones. Cabría suponer que frente a sus razones, los que discreparan lo hicieran aportando sus propias carretas de pruebas. Habitualmente no lo hacen. Recurren a métodos mucho más toscos y menos científicos: los más gañanes emplean el insulto, el exabrupto o las falsedades. Los más refinados la simple censura. Como por ejemplo la acontecida en el 7º Congreso de Gestión Clínica, donde se cayó del cartel ya anunciado, no por debilidades a lo Sabina, sino por esotérica decisión del patrocinador. Pretendía hablar de lo fútil, lo inútil y lo perverso en atención sanitaria. Algo absolutamente intolerable.
Afortunadamente ya la tenía preparada. En ella afirma cosas tan sensatas, sabias y prudentes como ésta: “Lo central en atención sanitaria es fomentar el disfrute de la salud de forma que no se precise ninguna intervención médica para el normal vivir. Hay que evitar, pues, la medicalización de la vida diaria. Por ejemplo, envejecer es normal y parte del sano vivir. En general, que pasen los años es signo de salud, por más que a veces se acompañe esa salud de males menores y hasta mayores, pero el envejecer es parte de la plenitud de la vida. El envejecimiento es signo de vida pues sólo los que están vivos envejecen. Y el envejecimiento digno da crédito y respeto”.
Algo que hubiera firmado posiblemente el mismo Adriano.
(Viñeta de El Roto en el Pais)

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