Pero, ¿dónde está toda la actividad que se hacía hasta ahora? Por
un lado, ha dejado de realizarse la actividad comunitaria, también se
ha producido una retracción de las consultas por patología aguda y,
finalmente, se han dejado en standby las acciones preventivas e intervenciones que evitaban descompensaciones en enfermedades crónicas que siguen estando ahí.
Hay quien afirma, con parte de razón, que estamos asumiendo un elevado coste de oportunidad, pero lo cierto es que en paralelo se están produciendo avances en dos aspectos que pueden ser palancas de cambio para el sistema en los próximos meses. Por una parte se han potenciado la inteligencia colaborativa
y la capacidad de desarrollo exprés de proyectos, lo que ha permitido
deshacer nudos de funcionamiento históricos. Por otra, estamos
asistiendo a un cambio de patrón de uso y de comunicación con el paciente mediante el empleo intensivo de medios telemáticos.
Como ejemplos de ello, en el último mes, en el sistema sanitario catalán
se ha activado para todos los pacientes la posibilidad de realizar una consulta telemática con el médico, enfermera o administrativo de
su equipo de salud; las bajas laborales, partes de confirmación y
planes de medicación pueden ser consultados e impresos desde la
plataforma digital y estos últimos se retiran directamente en la
farmacia sin pasar por el centro sanitario. Además, se ha creado una app
que permite detectar los síntomas de alarma de la COVID-19,
geolocalizar a los pacientes y, por lo tanto, detectar posibles focos y
dimensionar la oferta de servicios de manera más dinámica.
Y entonces, si hemos dejado de realizar nuestra actividad habitual pero hemos avanzado en la innovación organizativa, ¿qué pasará cuando todo esto acabe y los usuarios puedan aproximarse a nuestros servicios? Pues existen dos teorías para el restablecimiento de la normalidad: los partidarios del dropping
(gota a gota) afirman que la actividad se restablecerá de manera
progresiva puesto que la población tardará en volver a compartir
espacios comunes y en establecer relaciones de confianza. En cambio, los
partidarios del storming (tormenta) mantienen que
sufriremos una saturación de los dispositivos de primaria y
hospitalarios y la claudicación de los profesionales que, ya exhaustos,
tendrán que asumir las nuevas derivadas clínicas y sociales que
ocasionará la pandemia.
Si profesionales y gestores actuamos rápido e integramos los catalizadores que hemos creado estas semanas, sin duda podremos restituir la normalidad con una escalada progresiva. Veamos algunas recomendaciones prácticas que pueden ayudarte a conseguirlo:
- Diseña una estrategia de adherencia y acceso al modelo no presencial a través de la captación activa de cualquier usuario que se aproxime al centro, por cualquiera de las vías de acceso (presencial, telefónica o telemática).
- Maximiza la oferta de visitas no presenciales. El diseño de las agendas de los profesionales debe incluir una proporción muy elevada de actividad telefónica y de actividad tipo consulta electrónica (70%) en detrimento de las consultas de tipo presencial (30%). Las visitas no presenciales deben ser consideradas como primera opción incluso si el usuario solicita una visita presencial no urgente. Una vez el sanitario de referencia contacte con el usuario, podría resolver la demanda de salud o bien convertir esta demanda en una cita presencial.
- Practica la burocracia cero. Elimina, en la medida de lo posible, la necesidad de papel para todos los trámites de procesos como altas, planes de tratamiento, informes o derivaciones. Remite al usuario a su plataforma de salud o recurre a su correo electrónico encriptado. Haz de esa plataforma una necesidad.
- Potencia la actividad domiciliaria. Es el momento de salir de la consulta y del centro. La pandemia y sus consecuencias se alargarán en el tiempo, por lo que será necesaria la intervención in situ en núcleos familiares o en concentraciones de pacientes frágiles (residencias, centros de día, etc.). Es recomendable crear una unidad domiciliaria específica (formada por profesionales inmunizados) orientada a pacientes con sospecha de COVID-19 y a controlar casos de pacientes dados de alta. Con el tiempo, esta unidad se podría eliminar progresivamente en función de los acontecimientos en cada entorno concreto.
- Guía al paciente crónico. Los pacientes con diabetes, EPOC o hipertensión son grandes conocedores del sistema sanitario y es muy sencillo censarlos. Además, los intervalos de control están estandarizados y en algunos casos pueden demorarse. Antes de que finalice el confinamiento, parecería razonable contactar con ellos de manera masiva e indicarles que a lo largo de las próximas semanas les enviaremos un plan individualizado con las visitas y pruebas pendientes.
- Potencia la comunicación efectiva. Con la crisis del coronavirus se han emprendido multitud de acciones comunicativas institucionales orientadas al uso de servicios o al manejo de la patología y los síntomas de alarma. Deberíamos aprovechar esta inercia con mensajes dirigidos a multitud de otras patologías y a poder usar nuevos canales ya disponibles para una gran parte de la población.
- Sigue buscando aliados en la comunidad. Las muestras de solidaridad y complicidad por parte de empresas, particulares e instituciones respecto a la labor del sistema sanitario deberían mantenerse y contar con la participación mucho más activa de estos agentes y de la comunidad para resolver los problemas de salud locales.
- Flexibiliza la organización. Los entornos laborales flexibles son más productivos y aportan beneficios a los pacientes. Una adaptación dinámica de las agendas asistenciales, así como la posibilidad de incorporar el teletrabajo, mejorará el rendimiento laboral y la capacidad resolutiva del sistema. Es el momento de arriesgar y apostar por una organización verdaderamente abierta y participativa.
Dicen que la peor forma de perder una oportunidad es no saber que la
tienes. En este caso el reto está claro y, aunque todavía faltan meses
para que se restablezca la nueva normalidad, nuestra obligación como sistema sanitario es ofrecer una respuesta planificada, organizada y efectiva. ¿Lo conseguiremos? ¡Seguro que sí!
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