lunes, 27 de abril de 2020

Medicina y melodía. Deshumanización del consultorio médico.


La siguiente reflexión la habíamos hecho en el mes de febrero, poco antes de que se decretase el estado de alarma por coronavirus...
Hablar de humanización de la sanidad –del sistema sanitario– como bella propuesta está muy bien. Pero las palabras tropiezan con una realidad que desde la barrera no se puede ver: la masificación o saturación de los consultorios de atención primaria, el mayor inconveniente al que se enfrentan en solitario los médicos de familia. Consultas programadas, forzadas y urgentes, propias y ajenas, se agolpan como los heridos en un campo de batalla. Un caos. Sin tiempo, ¿dónde está la pretendida humanización que dignifique, mínimamente, el acto médico, el encuentro entre un profesional de la salud y un paciente que demanda ayuda? Si los medios electrónicos fallan, algo frecuente, la situación se complica, porque la gente se impacienta mucho en las esperas públicas (no tanto, o nada, en las privadas). El agobio consecuente provoca cansancio, el cansancio pérdida de concentración, y el descentramiento favorece los errores. Los médicos  de familia trabajan como si fuesen máquinas. Bueno, así parecen considerarlos los gestores: máquinas, incansables y sumisas. Y las víctimas no reaccionan; o lo hacen levemente, sin levantar la voz, lejos de conseguir un cambio que urge desde hace tiempo. Malo para los profesionales y peor para los usuarios. El drama de la deshumanización del consultorio médico se refleja perfectamente en la viñeta.
...Y ahora un interrogante tuitero ("¿Creéis que alguien se habrá dado cuenta, tras el estado de alerta, de que el 80% de las cosas por las que habitualmente hacemos consultas se pasan solas?") nos ha llevado a otro, queriendo imaginar el deseable alivio de los consultorios: ¿Servirá esta mala experiencia para aminorar la medicalización de la vida, el sobrediagnóstico y el sobretratamiento? Sería ideal para centrarse en los verdaderos enfermos* y dedicarles una atención diligente y de calidad. Con la disminución de la medicina consumista ya no habría masificación de consultas ni agobio. ¡Un sueño! Evitaríamos el hacinamiento en las salas de espera (por cierto, las grandes que no estén fraccionadas convendría compartimentarlas con mamparas para minimizar los contagios de infecciones respiratorias). Y habría tiempo suficiente para atender a los pacientes como personas. Entonces ya podríamos comenzar a hablar de auténtica humanización de la sanidad.

*Recordemos que en las sociedades desarrolladas el problema mayor del incremento de la demanda asistencial es la "No-Enfermedad".

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