http://ocularis.es/blog/conflicto-de-intereses-introduccion/
Tenía ganas de escribir esta serie de artículos desde hace tiempo.
Preveo que serán polémicos, principalmente porque es fácil sacar de
contexto el mensaje que pretendo dar. Aquellos implicados más
directamente pueden entender que acuso o critico áreas enteras de la
actividad de oftalmólogos y optometristas. Otras personas, con
valoraciones muy negativas sobre ciertas actividades de los
profesionales de la visión, pueden ver en este artículo una confirmación
de su punto de vista.
Sin embargo, ese no es mi mensaje. Pero empecemos por el principio.
El concepto
La definición de “conflicto de intereses” es sencilla. Cuando una
persona se dispone a hacer algo y tiene una sola motivación, la toma de
decisiones puede ser sencilla. Si por el contrario tenemos más
motivaciones, la cosa se puede complicar. Para un interés puede ser
conveniente una elección, pero para otro interés la elección debería ser
otra. Deberemos sacrificar alguno de los intereses.
Esta definición puede ampliarse si incluimos las relaciones humanas
de por medio y se establecen los roles de “proveedor” y “cliente”. El
cliente demanda un servicio del proveedor, a cambio de una compensación,
normalmente económica. El proveedor tiene dos intereses que
se le suponen:
- La compensación (normalmente económica) recibida por el servicio.
- Ofrecer un servicio adecuado a su cliente.
Digo que estos dos intereses “se suponen”, porque no siempre es así.
El primero siempre existe porque es la base los roles cliente-proveedor.
Esta es una relación profesional diferente del altruismo, por lo que
proveedor siempre espera un beneficio por su servicio. En cuanto al
segundo interés, ofrecer un servicio adecuado, se le presupone al
proveedor, pero el peso real que tenga en su toma de decisiones es muy
variable. La mayor parte de las veces, por fortuna, el proveedor tiene
un genuino interés en realizar un buen trabajo, por diferentes razones:
honestidad profesional, beneficio indirecto por tener al cliente
satisfecho mucho tiempo, porque es mejor y más rentable hacer un buen
trabajo que uno malo, etc.
En estos casos, los dos intereses van a la par y no hay conflicto alguno.
No siempre ocurre así. Hay veces que sale más rentable no hacer el
mejor trabajo, o no vender el mejor producto; basta con que el cliente
crea que le ofrecemos un servicio adecuado. Si obtenemos de él la misma
gratificación pero ahorramos costes, esfuerzos o tiempo al ofrecer un
servicio que no es el óptimo, aparece el conflicto de intereses.
Este conflicto lo podemos resolver de forma favorable o desfavorable
para el cliente. Si, a pesar de la tentación, el proveedor es honesto,
ofrecerá el mejor servicio. Cuanto más intenso es el conflicto de
intereses, cuanto mayor es el beneficio de ser deshonesto, menos
probable es que el cliente reciba el mejor servicio.
La relación sanitario-paciente (y ahí no meto solo al médico, sino a
cualquier profesional de la salud que puede participar en la toma de
decisiones) es, en teoría, sensiblemente diferente a la que hemos
descrito antes entre un proveedor y un cliente. Cuando atendemos a un
paciente y no a un cliente, el beneficio económico o el ahorro en costes
y tiempo ya no entraría en conflicto con lo que se espera del
profesional sanitario, que es atender bien al paciente.
Sin embargo, la relación sanitario-paciente no está libre de los conflictos de intereses, por dos motivos:
- Muchas veces el paciente es a la vez el cliente. Lo llamaremos conflictos directos.
- Por otra parte, aunque podamos separar bien el rol de paciente del
rol de cliente, el profesional de la salud no es una especie de “ente
puro”, abstracto, en unas condiciones ideales y utópicas de motivación
en su actividad profesional. Es un ser humano, con unas aspiraciones y
preocupaciones como cualquier otro. Y sus condiciones laborales son
bastante convencionales y similares a las de cualquier profesión. Y todo
ello puede incidir en su actividad profesional. Este aspecto lo
denominaremos conflictos indirectos.
Conflictos directos
En el marco de la actividad sanitaria privada, los profesionales se
lucran directamente por sus servicios. Una buena parte de los
oftalmólogos y la gran mayoría de los optometristas trabajan en este
ámbito privado. Por otra parte, el beneficio económico suele ser directo
a las actividades; los oftalmólogos ganan dinero con las cirugías, con
los tratamientos, con las pruebas diagnósticas, con las consultas, etc.
Los optometristas ganan dinero vendiendo gafas, lentes de contacto, con
sus exploraciones, tratamientos, etc.
Y es honrado y justo obtener un beneficio económico de su actividad,
como cualquier trabajo. Pero este tipo de relación implica que el
profesional tiene que “olvidar” el beneficio económico cuando realiza
sus recomendaciones, indicaciones y prescripciones. En muchas ocasiones
el conflicto de intereses existe, porque lo óptimo para la salud del
paciente no siempre es lo mejor para el beneficio económico del
profesional. Y éste debe apelar a su honestidad para resolver
adecuadamente dicho conflicto.
Conflictos indirectos
Cuando el sueldo o la estabilidad laboral del profesional no depende
directamente de lo que indica o prescribe, desaparece el rol de cliente y
puede ver a su paciente como lo que es. ¿Eso significa que los
profesionales que trabajan en el ámbito público están libres de todo
conflicto de intereses?. Me temo que no. El sueldo del oftalmólogo o del
optometrista cuando trabaja para la administración no depende de que
realice más o menos cirugías o prescriba más o menos gafas. Pero, además
de la motivación que se le supone en pro del beneficio del paciente,
puede haber otras muchas motivaciones.
- Evitar problemas con el paciente
- Evitar problemas con su jefe/gerente/etc
- No complicarte la actividad laboral
- Etc
Como cualquier personal, el profesional de la visión quiere vivir
tranquilo y evitar problemas. A veces existen otras motivaciones, como
realizar una investigación, mejorar el prestigio profesional, etc.
En cualquier caso, la sanidad pública no tiene sistemas establecidos
para incentivar la formación y reciclaje, para regular la calidad
asistencial, para mejorar la competitividad, etc. Una “mala decisión” no
se ve recompensada por un beneficio económico como podría haber cuando
hay conflictos directos en el ámbito privado, pero tampoco hay unos
mecanismos que motiven a tomar buenas decisiones en vez de malas. Muchas
veces, aconsejar lo adecuado para la salud del paciente significa
complicarte la vida, tener problemas con el propio paciente, con con tus
superiores, etc. Exige un esfuerzo de honestidad actuar en pro del
paciente en vez de tu propia conveniencia.
Conclusión
Los conflictos de intereses siempre van a existir, sería utópico e
inútil pretender buscar una situación ideal libre de ellos. Hay que
aprender a resolverlos de forma adecuada. Una buena estrategia sería
mantenerlos en márgenes tolerables, de forma que el esfuerzo de
honestidad que se espera de los profesionales no sea exagerado. Aunque
eso exigiría grandes cambios en la organización sanitaria.
Sin embargo, reconocer que existen estos conflictos de intereses no
significa culpabilizar o mirar con suspicacia al profesional sanitario.
Al contrario, creo que que aporta más mérito ya que la gran mayoría son
honestos y honrados. La relación entre el profesional y el paciente se
debe basar siempre en la confianza. Un paciente suspicaz y desconfiado,
que cuestiona continuamente el proceder del profesional, tiene muchas
papeletas de que la atención recibida no sea la adecuada, porque no deja
trabajar al profesional.
Pero la relación de confianza no debe ser paternalista y ciega. La
relación debe ser madura, adulta y sincera. Reconocer que existen los
conflictos de intereses es el primer paso para que el paciente confíe en
profesional, en cómo éste resuelve los conflictos para garantizar su
salud.
A lo largo de los siguientes artículos repasaremos más en detalle
cómo afectan al oftalmólogo y al optometrista los conflictos directos,
los conflictos indirectos, y cómo se pueden ver implicados otros actores
(la industria farmacéutica, los organismos sanitarios públicos, los
centros médicos privados, etc).