Asistolia
el libro del cirujano cardiovascular Manuel Calleja nos introduce en el
mundo interior de esta apasionante especialidad médica, que transcurre
en una pugna constante entre la vida y la muerte
Ver cómo se para un corazón a voluntad es algo impresionante, solo
superado por presenciar el reinicio del latido un tiempo después, a
veces tras varias horas.
A menudo, las personas que habitan un hospital, profesionales o no,
no se imaginan que algo así esté ocurriendo en ese momento en algún
lugar del mismo. Cuando el corazón se para, el paciente muere
inexorablemente, salvo si se mantienen unas condiciones mínimas en su
fisiología que hagan posible recuperarlo pasado un tiempo.
Esta es la esencia de la cirugía cardiaca.
Y en esta historia que están leyendo, el corazón se va a detener
–asistolia- muchas veces. En algunas ocasiones, a voluntad de un
cirujano cardiovascular –durante la cirugía- y en otras, como resultado
final del absoluto fracaso de la Medicina –al morir-.
Son dos situaciones tan diferentes como que la primera significa el
principio de la esperanza de la curación y la segunda el final de todo,
la muerte. Y en algunos casos, la segunda va a ser consecuencia de la
primera.
Ha costado mucho tiempo y esfuerzo manipular quirúrgicamente con
éxito el corazón. Fue algo que solo se demostró posible a mediados del
siglo pasado; antes, había llegado a ser considerado imposible. A
finales del XIX, tras muchos intentos fallidos, el cirujano prusiano
Theodor Billroth dijo: “El cirujano que intentara suturar el corazón
perdería el respeto de sus colegas”. Y el también cirujano inglés
Stephen Paget, hijo del legendario patólogo Sir James Paget, añadió poco
después: “La cirugía del corazón escapa probablemente de los límites de
la cirugía”.
La sensación de vértigo que se tiene ante estos hechos, es algo que
no cambia con el tiempo, algo a lo que nunca es posible acostumbrarse.
Pedro, treinta y siete años después de verlo por primera vez, sigue
sintiendo la misma emoción que el primer día. Y no puede dejar de
percibirlo casi como un milagro, apesar de que hay suficiente
conocimiento científico para explicarlo. En la cirugía cardiovascular,
parecen coexistir hechos biológicos con otros que afectan a los
sentimientos. Además de poseer unas propiedades eléctricas y mecánicas
propias, siempre hemos visto al corazón como el órgano del amor, de los
sentimientos más nobles, sujeto y objeto de millones de poemas, aspectos
de los que el cirujano, como humano que es, no puede nunca aislarse del
todo.
Aquel día, Pedro salió de casa antes del amanecer. Mientras caminaba,
se abría paso una mañana de primavera típicamente madrileña, fresca,
limpia y seca, bajo su característico cielo. Y a la vez, también estaba
amaneciendo en su vida profesional. Desde que despertó, se había
preguntado la razón por la que habría acabado siendo médico, sin
encontrar respuesta. Estaba allí sin causa aparente, empujado por las
rachas del viento de la vida como tantos otros jóvenes. Ni siquiera
había antecedentes familiares que pudieran justificarlo. Pero Pedro no
había sentido ninguna llamada especial. Más que en la vocación creía en
la anti-vocación, pues se sentía incapaz de dedicarse a ciertas
profesiones. Cuando eligió su futuro, decidió ser marino militar. Por
eso estuvo estudiando astronomía, preparando el examen de ingreso en la
Escuela Naval Militar, en Marín, Pontevedra, que tendría lugar meses más
tarde. Pero algo ocurrió entonces, la muerte inesperada de su madre.
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