Un requisito necesario para elaborar guías confiables es respetar la relación entre la calidad (certeza) de la evidencia y la fuerza de las recomendaciones. Las recomendaciones sólidas se justifican cuando se basan en evidencias de alta calidad, porque tales recomendaciones se consideran más precisas. Por otro lado, la incertidumbre en los beneficios y los daños (es decir, evidencias de baja calidad) generalmente conduce a recomendaciones más débiles.
El hecho de no reconocer este importante principio resulta en la tendencia a emitir recomendaciones sólidas basadas en evidencia de baja calidad (lo que llamamos recomendaciones discordantes), que a menudo producen daños. Por ejemplo, debido a una recomendación basada en evidencias de baja calidad, las mujeres han experimentado efectos adversos por la terapia de reemplazo hormonal que eran evitables, prescrita para la prevención de enfermedades cardiovasculares; y las mujeres con cáncer de mama se han sometido a trasplantes de células madre altamente tóxicas sin beneficio. Esta práctica de desvincular la calidad de la evidencia de la fuerza de las recomendaciones generalmente se justifica separando las guías en guías de consenso versus guías basadas en la evidencia, una práctica que no parece haber disminuido con el tiempo.
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