Lamentablemente, el omeprazol y el resto de IBPs están sometidos a un
vaivén de noticias alarmantes mezcladas con una banalización de su
consumo por parte de profesionales y pacientes, también alarmante. ¿Por
qué?
La aparición del omeprazol fue una gran noticia hace muchos años. Las limitaciones de los antiH2 (ranitidina, cimetidina, famotidina,
sobre todo) en la curación y alivio de la úlcera gastroduodenal, el
reflujo gastroesofágico y la gastritis erosiva por consumo de AINEs, dio
paso a los inhibidores de la bomba de protones (IBPs) que
producían un claro alivio sintomático de estas enfermedades. La
identificación del Helicobacter pylori como factor determinante en
diversas enfermedades gastroduodenales y su posibilidad de erradicación
mediante la asociación de IBPs y antibióticos, supuso otro aval
incuestionable al alto valor terapéutico de estos medicamentos.
Pero de su éxito vino su abuso. Realizar una gastroprotección efectiva
de las hemorragias digestivas asociada al uso de AINEs en varios grupos
de riesgo, conseguir un alivio y una prevención de las complicaciones
del reflujo gastroesofágico han motivado que, el uso masivo de los
prazoles, sobre todo en estas dos circunstancias, se haya generalizado. Y
no solo un uso masivo, sino eterno.
Un gran número de personas usan crónicamente los IBPs para la
"prevención" continuada de problemas digestivos, no solo los asociado a
los AINEs -muy poca gente los toma de forma continuada- sino para evitar
"molestias gástricas" atribuidas a la polimedicación. Y poco a poco,
boca a boca, sin evidencias científicas que lo apoyen, basado en el "por si acaso",
cualquier persona, de cualquier edad, condición o patología, asocia un
omeprazol a la toma de cualquier AINE y a otras muchas circunstancias
que no están indicadas, como por ejemplo, el uso de
amoxicilina/clavulánico y otros medicamentos "fuertes".
Asimismo, dado que el reflujo gastroesofágico (ERGE) es muy prevalente
en nuestra sociedad, llena de obsesos y sobrepesos, con una alimentación
inadecuada en horarios, cantidad y calidad e inflados por bebidas
gaseosas a todas horas; se ha generalizado la necesidad de tomar
omeprazol para evitar el reflujo ocasionado. Es increíble que nuestro
país sea el mayor consumidor de omeprazol por habitante.
Todos somos culpables por haber banalizado el omeprazol: los médicos,
por hacer una medicina defensiva, y los pacientes, por resistirse a
modificar estos hábitos y no asumir ningún riesgo por posibles efectos
adversos. Una sociedad a la que le cuesta entender a veces el concepto
beneficio/riesgo.
Pero todo puede cambiar de un día a otro: a golpe de titular
periodístico. Cuando se relacionó el uso prolongado de IBP con una menor
absorción de vitamina B12 en personas mayores, hubo una avalancha de
abandonos. Y el omeprazol no es fácil de abandonar bruscamente. Están
muy bien descritos los síntomas de hiperacidez tras su retirada. Ahora,
serán los infartos los que generarán numerosas preguntas y dudas. No es
bueno pasar de rey a villano.
Ha aparecido en Plos One un artículo titulado: Proton Pump Inhibitor Usage and the Risk of Myocardial Infarction in the General Population que presenta datos de asociación entre consumo de IBPs e incremento del riesgo cardiovascular. La prensa lo ha recogido rápidamente: Omeprazol y otros antiulcerosos se asocian a mayor riesgo de
infarto (Este grupo de fármacos se asocia con un aumento de hasta un
21% del riesgo de infartos. En España su consumo ha aumentado en más de un 500% en tan
solo 12 años. El uso vinculado a la ingesta de AINES y una falsa seguridad, detrás de este aumento)
El artículo recoge un estudio de farmacovigilancia que utiliza "big
data". Casi tres millones de personas escrutadas con 19 millones de
registros clínicos buscando una posible asociación en el uso de IBPs y
un mayor riesgo de infarto de miocardio. La indicación de IBPs
prolongado era por reflujo gastroesofágico. Fuera de España, es la
indicación principal para el uso de omeprazol de larga duración.
El trabajo describe muy bien la metodología del estudio y sus
limitaciones. Es un estudio observacional que puede generar hipótesis,
no es una evidencia final e indiscutible de que los IBPs aumentan el
riesgo de infarto de miocardio en sus usuarios. A pesar de estas
consideraciones, encontramos que los pacientes con reflujo
gastroesofágico (ERGE) expuestos al uso de IBP tenían un incremento de 1,16 veces de asociación (CI 95% 01/09 a 01/24) con el infarto de
miocardio. El análisis de supervivencia en una cohorte prospectiva encontró
un hazard ratio (asociación de daño) de 2 ( CI 95% 1,07-3,78; P = 0,031) de aumento de mortalidad. Esta asociación era independiente del uso de clopidogrel.
Asimismo, los antiH2 no se asociaron con un mayor riesgo
cardiovascular.
La hipótesis del efecto negativo cardiovascular a través de mecanismos
relacionados con el óxido nítrico necesita de más estudios clínicos que
avalen dicha hipótesis. Asimismo, el seguimiento de los pacientes para
establecer una relación de causalidad necesita de más estudios
apropiados. La farmacovigilancia general hipótesis, y ésta es de gran
interés.
Mientras tanto, los profesionales debemos hacer un doble esfuerzo de
adecuación a las indicaciones aprobadas del fármaco y evitar la
sobreexposición de pacientes a los AINEs y a los "protectores" no bien
indicados. Asimismo, debemos incrementar los esfuerzos para mejorar la
alimentación de la población que evite las causas que hacen del ERGE una
enfermedad tan prevalente.
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