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Ante la crisis sanitaria global en que nos encontramos, podría haber dos formas de enfrentarse: la primera es quedarse con la idea que es simplemente un problema de organización, eficiencia, tecnología. Considerar a las personas “como máquinas biológicas insuficientemente estudiadas, nubes de datos escasamente detallados, fisiologías inadecuadamente monitorizadas. Y así si la industria de la salud pudiera acceder y utilizar los todos los datos biomédicos y socioeconómicos podría predecir sus necesidades y un saludable futuro estaría asegurado para todos”. Relojes que miden parámetros y chatbots automatizados son muestras ya de ese camino que alienta sin fin el consumo de todo tipo de productos farmacéuticos y médicos.
La segunda alternativa es considerar que es una crisis de la atención en sí misma. Y aceptar que solo la interacción entre humanos puede realmente cuidar. Que la atención necesariamente “ocurre en el espacio entre personas, en un encuentro sin prisas, que es en esta interacción en la que uno es consciente del problema del otro y busca la forma de responder a esa situación. En salud, este ser consciente va más allá lo biológico para apreciar lo biográfico, siendo plenamente consciente de que los cuerpos no son máquinas y de que las emociones, tanto positivas como negativas, ejercen una poderosa influencia en todos los aspectos de la salud. Va más allá de lo que hace posible vivir ,para considerar lo que hace que vivir tenga sentido…Da como resultado un camino a seguir creando de forma conjunta, con la intención de consolar siempre... Esta respuesta es humana, por lo que está cargada de fricciones, bañada en incertidumbre, pero resistente a las decepciones recurrentes, gracias a las estrechas relaciones personales dentro la cuales se produce la atención”.
De esta forma absolutamente magistral, comienza el último ensayo en el BMJ de dos de los pensadores (además de médicos) más brillantes, originales y provocadores de la sociedad actual: Iona Heath y Victor Montori, sobradamente conocidos por sus siempre excelentes trabajos. Representan una llamada de atención ante las derivas de la medicina actual, ante los cantos de sirena de la inteligencia artificial y sus múltiples señuelos, tras los que a menudo se esconde la mano tecnológica que mueve los hilos en su propio beneficio.
En dicho ensayo recuerdan el libro Las rosas de Orwell de Rebecca Solnit, en el que la escritora reflexionaba sobre la aparente contradicción de que el escritor británico escribiera un futuro apocalíptico en su clásico 1984, mientras que a la vez plantaba rosas en su jardín, relacionándolo con la campaña de Pan y Rosas americana de defensa de los derechos sociales y del derecho de la mujer al voto: “El pan alimentaba el cuerpo, las rosas alimentaban algo mucho más sutil: no sólo los corazones, sino imaginaciones, psiques, sentidos, identidades… Fue también un argumento contra la idea de que todo lo que los seres humanos necesitan puede reducirse a bienes y condiciones cuantificables y tangibles. Las rosas en esta declaración defendían la idea de que los humanos son seres complejos, los deseos son irreductibles, y que lo que nos sostiene es a menudo sutil y esquivo.”
A partir de este texto de Solnit, Heath y Montori construyen un maravilloso relato sobre la necesidad de pan, pero también de rosas en la atención sanitaria: “El pan es sustento y por tanto vida; las rosas son coraje y esperanza, curiosidad y alegría, todo lo que hace que valga la pena vivir una vida. El pan es biología; las rosas, biografía. El pan es transaccional y tecnocrático; las rosas son relacionales. El pan es ciencia; las rosas son cuidado, amabilidad y amor”.
Es difícil encontrar algo más escueto, preciso y hermoso. De todo lo que hemos perdido a lo largo de este proceso de tecnificación de la atención clínica,de "pavimentación del paraíso" en los hermosos versos de Joni Mitchell, arrastrados por gurús que nos convencieron de que la atención sanitaria es equiparable a cualquier industria, cualquier negocio, cualquier proceso productivo de objetos. Las consecuencias de la deriva producida en los sistemas sanitarios tras la pandemia COVID-19 no puede ser mejor reflejada que en estas palabras: “esto está causando un daño moral generalizado al obligar a los profesionales a priorizar cada vez más intervenciones que saben que son inútiles mientras destierran cualquier rastro de una rosa para los pacientes, o para quienes tratan de cuidarlos”.
Escriben Montori y Heath: “Hornear pan es como las tecnologías e innovaciones que hacen posible conversaciones sin prisas y continuidad en la atención, que reducen errores de diagnóstico y corrección temprana de los daños si se producen. Las rosas son lo que nos da consuelo ante el fracaso, el dolor, la decadencia y la muerte, es decir, ante la vida misma”.
El ensayo de Iona Heath y Victor Montori lejos de ser un lamento por el pasado perdido es una incitación a una forma de rebelión que aspire a recobrar precisamente lo valioso del pan y de la rosa: ”Toda la alegría, todas las rosas de la salud, incluso en estos tiempos difíciles, existen dentro de las relaciones, entre pacientes y profesionales, entre colegas, en el conocimiento de que todos estos gestos impotentes tienen valor en sí mismos. Resulta que lo más subversivo, casi revolucionario, que se puede hacer dentro de la atención médica contemporánea es construir, en silencio y discretamente, estas relaciones cruciales. Sabemos que la continuidad de la atención, dentro de la díada única de paciente y médico, retrasa la enfermedad y prolonga la vida,y por lo tanto proporciona pan, pero lo hace dándonos simultáneamente las rosas de la alegría, la confianza, la curiosidad, el cuidado, la amabilidad y la solidaridad. Una vida que vale la pena vivir tiende a durar más”.
Respondiendo a la crisis del cuidado es un texto imprescindible, que debería ser leído, aprendido y aplicado por los que se dedican a realizar atención clínica, más aun en estos tiempos en que los responsables de buena parte del los servicios sanitarios se empeñan en acabar con el pan y pisotear a las rosas.
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