La evolución de la pandemia causada por el COVID-19 en Europa -que está causando millares de muertos y extenuando los sistemas sanitarios de países como Italia, España, Francia o Alemania- hace que encontrar un tratamiento seguro y eficaz sea ahora mismo una prioridad mundial.
En este contexto, hace 4 días salió a la luz un estudio realizado en Marsella que ha tenido como objetivo evaluar el efecto de la hidroxicloroquina en pacientes infectados el SARS-CoV-2 y que ha sido financiado por el Gobierno de Francia a través de la Agence Nationale de la Recherche, que es hoy protagonista de nuestro blog.
Los pacientes reclutados (todos hospitalizados y con un diagnóstico confirmado de COVID-19) fueron tratados con 600 mg/día de hidroxicloroquina y se les determinó diariamente la carga viral nasofaríngea. En función de la evolución clínica, se añadió azitromicina al tratamiento (500 mg el primer día, seguido de 250 mg/día los siguientes 4 días). La variable de resultado investigada fue la presencia o ausencia del virus el día 6 tras la inclusión en el estudio.
Los 36 pacientes incluidos en este estudio fueron clasificados como asintomáticos (6) 22 con infecciones del tracto respiratorio superior (22) o inferior (8). Un total de 20 pacientes fueron tratados mostrando una reducción significativa de la carga viral, en comparación con los 16 controles. Los resultados se han representado en una gráfica que se ha hecho viral:
Los autores concluyen que, a pesar de la pequeña muestra investigada, el tratamiento con hidroxicloroquina se asocia con una disminución estadísticamente significativa (o la desaparición) de la carga viral en pacientes con COVID-19 y sus efectos son potenciados por la azitromicina.
Un artículo de Medscape ha puesto de relieve la división provocada en la Comunidad Científica por los resultados de este estudio: los hay escépticos (estudio no aleatorizado, no enmascarado, con una muestra pequeña, de corta duración, que no incluye variables de resultado duras en una enfermedad potencialmente letal) y los hay entusiastas porque es indiscutible que los resultados son brillantes y, lo que es más importante en estos momentos, esperanzadores.
Colofón Los resultados de este estudio deben ser tomados en consideración con todas las reservas posibles porque adolece de serias limitaciones metodológicas (ya señaladas) que hacen que no podamos descartar al azar como causa determinante de los mismos.
No obstante lo anterior, la cloroquina (utilizada sobre todo en China) y la hidroxicloroquina se postulan como una interesante opción que merece testarse en ensayos clínicos aleatorizados y controlados de más envergadura para ver si son la opción segura y eficaz que necesitamos. La investigación se ve facilitada por el hecho de que son medicamentos que atesoran una enorme experiencia clínica, son baratos y fáciles de obtener y, desgraciadamente, no faltan pacientes con los que ensayarlos.
En relación al punto anterior, 2 advertencias: 1) La hidroxicloroquina, además de un conocido antimalárico, está indicada en su ficha técnica en enfermedades autoinmunes como la artritis reumatoide y el lupus (eritematoso sistémico y discoide crónico) por lo que el uso off label en la pandemia puede provocar un desabastecimiento con nefastas consecuencias para los pacientes que la necesitan y 2) Tanto la hidroxicloroquina como la azitromicina son fármacos que pueden prolongar el intervalo QTc y provocar graves arritmias (Torsades de Pointes) en pacientes especialmente susceptibles.
Como no podía ser de otra forma, las redes sociales se han hecho eco del estudio y el mismísimo presidente Trump acuciaba en su cuenta de Twitter a la FDA a poner inmediatamente los fármacos implicados a disposición de los afectados. Un vistazo a este comunicado de la Pharmaceutical Society of Australia da idea de lo que está ocurriendo en nuestras antípodas -nada diferente de lo que puede ocurrir en cualquier parte del Mundo- porque el miedo no conoce fronteras.
Queremos terminar con una llamada a la prudencia y a la esperanza. En esta página del CEBM podemos ver que la actividad investigadora es ahora mismo frenética y no nos cabe la duda de que dará sus frutos. Dicen que fue Benjamin Franklin quien dijo aquello de Deseo paciencia a los impacientes por verme desaparecer. Ya falta menos que antes. Y con el COVID-19, ocurre lo mismo…
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