Itziar Valero tiene razón (aquí). Que los profesionales de los centros de salud llevemos días llamando a miles de personas para facilitar el confinamiento, aclarando dudas y sofocando miedos, siguiendo la evolución de pacientes frágiles o descompensados, atendiendo consultas telefónicas de todo tipo, incluido el diagnostico clínico de Covid-19 y su seguimiento diario, escaneando partes de baja e informes varios que se remiten por correo electrónico con gran esfuerzo del personal administrativo, no brilla, no se nota y no sale en los telediarios. Pero es una tarea ingente. Miles de llamadas diarias, a veces de 20 minutos o más, que sólo agradecen los cientos de miles de pacientes ya atendidos así en estos días de zozobra, millones serán si esto sigue el tiempo previsto. El cribado para convertir en presenciales sólo el número imprescidible de visitas lo hacemos lo mejor que sabemos y podemos. De hecho, somos quienes mejor sabemos hacerlo pues conocemos a nuestros pacientes. La longitudinalidad cobra ahora un valor vital. Las aglomeraciones en recintos cerrados actualmente aumentan hasta el infinito el riesgo de contagio. No escapan a ello los establecimientos sanitarios. Pero hete aquí que algunos dirigentes sanitarios menosprecian todo esto y cierran la atención primaria para "combatir" al coronavirus. Parece que el vocabulario belicista sustituye a la inteligencia. Nos lo cuenta magistralmente Sergio Minué en estas entradas de su blog (aquí, aquí y aquí).
http://saludineroap.blogspot.com/2020/03/cerrar-la-aps-para-combatir-al-covid-19.html
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