Primero no dañar. Sobrediagnóstico from jmartinezlopez
http://reflexionsanitaria.blogspot.com.es/2014/11/primero-no-danar-sobretratamiento-y.html
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He intentado reflexionar sobre quiénes pueden estar
interesados en introducir en las personas una percepción común de miedo para
poder manipular las voluntades de manera que la sociedad admita unos
planteamientos que, con ciudadanos libres e informados, sería inaceptable. Y
donde primero lo he encontrado ha sido en la política reciente tanto a nivel
mundial como en nuestro país. La hemos
sufrido en los discursos públicos y ha impregnado nuestras relaciones
personales que han afectado a la manera en la que interactuamos con los demás.
Son rasgos comunes de esta “política del miedo” una cuidadosa
selección y omisión de noticias (algunos hechos relevantes son mostrados y
otros no), la distorsión de estadísticas o números, la transformación de
eventos aislados a epidemias sociales, la
Inversión causal (convirtiendo una causa en un efecto o viceversa) o, por poner
otro ejemplo, la corrupción y tergiversación de palabras o terminología conforme
a objetivos interesados (recomiendo la lectura de este artículo)
Pero este recurso político también está siendo aplicado en
el ámbito sanitario porque la salud es un valor esencial y está sujeto a los intereses
de mercado. ¿A quién beneficia la cultura del miedo en la salud? Pues a quienes
tengan intereses y ánimo de lucro, es decir, a las industrias que necesitan
producir demanda de mercado, esto es, la alimentaria, la farmacéutica, la de
tecnologías sanitarias y la que ofrece servicios sanitarios privados. Son
muchos los argumentos que se pueden aportar para estas afirmaciones y algunos
de ellos aparecen en la presentación.
Estas industrias ejercen una intensa presión tanto sobre los
ciudadanos como sobre los profesionales. En los primeros utilizan los medios de
comunicación social para generar estados de opinión manipulados pero con los
segundos los procedimientos son más complejos.
La manipulación formativa y sus “chiringuitos de corruptelas
ancestrales” unidas a falsas creencias como la fascinación por la tecnología,
la compatibilidad del ejercicio profesional público-privado y la presión de
unos ciudadanos mal informados, conforman un caldo de cultivo idóneo para
obtener unos rendimientos exagerados muy por encima del valor real de sus
productos manufacturados (alimentos, medicamentos, aparatos e instrumentos o
cartera de servicios). Así nos encontramos una exageración de los beneficios de
la prevención o la introducción de enfermedades inventadas que han conducido a
un ejercicio profesional que medicaliza a los ciudadanos y los hace
dependientes del mercado sanitario.
Aplicar métodos diagnósticos a personas sanas e interpretar
los hallazgos como si de enfermos se tratara condiciona el someterlos a nuevas
pruebas que pueden producir nuevos hallazgos que, a su vez, dan lugar a nuevas
pruebas cada vez más invasivas. El ejemplo más característico es la solicitud
del PSA a hombres asintomáticos: PSA> Ecografía> Biopsia (¿sepsis?)>
prostatectomía (riesgo quirúrgico) o radioterapia> secuelas postcirugía>
dolor, incontinencia, disfunción eréctil, … Y en momento alguno del proceso
nadie ha podido aclarar si el supuesto cáncer detectado le va a producir la muerte
al paciente o, por el contrario, pudiera continuar sin que le afectara en toda
su vida como ocurre en el 75% de los hombres mayores de 75 años.
Las cascadas diagnósticas y terapéuticas producen enfermedad
en personas sanas y son consecuencia directa de los intereses de mercado.
Pero sobrediagnóstico y sobretratamiento no son los únicos
efectos perversos sobre los pacientes. La utilización de Pruebas de Diagnóstico
por Imagen que usan radiaciones ionizantes someten también a quienes las
reciben a una serie de riesgos de los que los profesionales sanitarios no estamos
lo suficientemente sensibilizados. Los efectos deterministas y los estocásticos
deben ser valorados y tenidos en cuenta por el médico antes de solicitar
pruebas inadecuadas sin la suficiente justificación clínica.
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