The New Yorker es una revista estadounidense semanal que publica críticas, ensayos, reportajes de investigación y ficción. En Enero de 2016 ha publicado “The Emotion and Artifice of Medical Actors” que traducimos a continuación:
Para su serie “Los estudios esenciales de la muerte inexplicable”, la fotógrafa con sede en Brooklyn Corinne May Botz hizo fotografías de dioramas en miniatura exquisitamente detallados de “escenas del crimen” de la década de los años cuarenta y cincuenta. Las macabras representaciones de homicidios, suicidios y espantosos accidentes, originalmente destinados como herramientas de entrenamiento forense para policías, se hacen íntimas y conmovedoras bajo su lente. Su objetivo, escribió, era lograr que los espectadores “pierdan su sentido de la proporción y experimenten lo grande en lo pequeño.”
En su último proyecto, “El estilo del médico de cabecera”, que se exhibe actualmente en un espectáculo en la Benrubi Gallery en Nueva York, Botz explora el patetismo en otro mundo de una cuidadosa puesta en escena del dolor: el de los actores médicos, los profesionales contratados que representan enfermos con el fin de capacitar a los estudiantes de medicina en el cuidado de los pacientes. En los hospitales de Nueva York, Botz fotografió a los “pacientes estandarizados” a través de espejos unidireccionales en las salas de los hospitales, en los que se estudiaron y registraron sus intercambios con los médicos en formación. Algunos de ellos actúan en escenarios con accesorios y maniquíes de plástico: una mujer se sienta en la cabecera de un maniquí de plástico bajo soporte vital; una mano de tamaño adulto alcanza los dedos de un niño de plástico; hay un paciente de Ébola en cuarentena y una recién parida sufriendo una hemorragia posparto. Otras imágenes son simples retratos de los actores, sus gestos planificados y estandarizados –una paciente se aferra al cuello de su camisón; otra retuerce sus puños en torno a un pañuelo (gran parte de su actuación parece centrarse en sus manos).
Sin embargo, a pesar de las evidentes capas de artificio, hay algo insistente y revelador en estas escenas. En su ensayo de 2014 “Los Exámenes de la Empatía”, la escritora Leslie Jamison explora su propia experiencia trabajando como actriz médica, y la compleja negociación y actuación implicada en la expresión del propio dolor y en el aprender a responder al dolor de los demás. De sus interacciones con los médicos en formación que la trataron de una serie de presuntas dolencias escribe: “Mi problema no es real, yo sé esto, ellos lo saben. Estoy simplemente yendo más allá de los ademanes. Ellos simplemente están yendo más allá de los ademanes. Pero los ademanes pueden ir más allá de la rutina. Los ademanes no sólo expresan sentimientos; sino que pueden provocarlos. “Botz está en sintonía similar a este complejo dar y tomar -a las formas en que los sentimientos simulados pueden reflejar y exponer lo real.
COMENTARIOS TORTUGA
Para ejecutar un método clínico sistémico, el médico de familia o especialista de medicina familiar y comunitaria o médico de cabecera, desde el marco de la Atención Primaria de Salud, precisa lograr y mantener una serie de competencias esenciales entre las que se encuentra como princeps la empatía. Una de las formas posibles de “entrenar” la empatía es mediante la interacción real con actores médicos que representan a pacientes, mientras los médicos se representan a sí mismos. Este artículo del New Yorker nos hace reflexionar sobre la transferencia emocional real que se produce durante los encuentros dramatizados entre médicos y actores, de modo que pueden comprender, en un entorno protegido, pero realmente “en el presente”, lo que vivirán en el futuro con sus pacientes reales.
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