Esta entrada no es pediátrica, ya lo aviso. Pero creo que es de "interés sanitario general". Se trata de una experiencia personal de un buen amigo mío. También pediatra como yo. Al que le suceden cosas curiosas, y de algunas he hablado en el blog (ver aquí y aquí).Es un buen tipo en general, lo conozco bien. Y... está teniendo una experiencia hospitalaria con su madre que no puedo resistirme a referir aquí. Como decimos en twitter, #estapasando
Este amigo mío tiene actualmente ingresada a su madre a resultas de una
fractura de cadera. En una ciudad sanitaria de una de las principales
ciudades de España. Ingresada en uno de esos megamonstruos hospitalarios
que sobrepasan las 1.300 camas.
Mi amigo es un tipo confiado. En general, se fía de "sus iguales", sus
colegas, de los demás médicos y de todo el personal sanitario en
general. Así que tiene tendencia "de natural" a no crear problemas.
Piensa que si los actos médicos o de enfermería son los que son en una
planta de traumatología, seguramente hay una buena razón que los
sustente.
...Y así, mi amigo me describió su primera noche como acompañante de su querida madre. Que es una señora de 78 años totalmente sana. Sin patologías de base. ¿Qué ocurrió esa primera noche?
- A las 0:30 horas, mientras él y su madre dormían plácidamente,
irrumpió una enfermera en la habitación para darle una pastilla.
"Póngasela debajo de la lengua para que se absorba rápido", le dijo esta
enfermera a la madre de mi amigo, que preguntó a toro pasado a la
susodicha: "Y esa pastilla, ¿qué es?". Nada, un orfidal, para que
duerma". Mi amigo le preguntó a su madre: "Pero tú, ¿es que tomas
orfidal?". Y ella le dijo "Pues no...". Pero como buena paciente se tomó
la pastilla de marras. Una persona sana sin insomnio previo. Mi
amigo se quedó con el dato para meditarlo, a ver qué motivos podían
sustentar dar algo así a alguien que no padecía el trastorno que el
lorazepam intenta solucionar...
- No tuvo mucho tiempo para meditar. A la 1:30 horas de la misma noche
"irrumpieron" (literalmente) en la habitación, encendiendo todas las
luces y alterando el sueño de pacientes y acompañantes, dos enfermeras, o
dos auxiliares, o cualquier combinación de ambos gremios. "¡Salga de la
habitación!" le espetaron a mi querido amigo que, sobresaltado ya que
había, más o menos, medio conciliar el sueño. Pero mi amigo es muy
dócil, "seguro que es por una buena razón", se decía a sí mismo mientras
esperaba fuera. A los 5 mn salieron las dos enfermeras, o dos
auxiliares, o cualquier combinación de ambos gremios, y mi amigo entró
en la habitación. "¿Qué te han hecho ahora, mamá?". Y la madre responde:
"Me han puesto un pañal". Y aquí mi amigo comenzó a mosquearse. "Pero
mamá, ¿es que no controlas esfínteres?". Y su madre respondió: "Sí que
los controlo...".
Y así acabó esa noche. Con un hipnótico innecesario para una paciente
de 78 años sin insomnio y con un pañal puesto para una paciente de 78
años que controla esfínteres.
Mi amigo es confiado pero no es imbécil. De hecho es bastante espabilado
(o yo lo considero así). Así que se quedó con la copla: "Aquí le dan a todo el mundo un hipnótico y le cascan un pañal para que no incordie". Y... los hechos de días posteriores sólo le han dado la razón.
A resultas del pañal, su madre, acostumbrada a hacer sus necesidades de
la manera en que todo el mundo las hace (no ingresado en una planta de
hospital, of course), empezó a presentar un dolor lumbar que se
irradiaba hacia hipogastrio. Esto ocurrió a lo largo de los dos-tres
días posteriores. Un dolor creciente, insoportable. Refractario a los
analgésicos. Mi amigo, aunque es pediatra como yo, empezó a darle al
coco, a ver qué podía ser, mientras llamaba por tercera vez a la
enfermera. ¿Qué resultó ser? Una retención de orina, un globo vesical de
950 cc. Y es que la madre de mi amigo, "por no molestar", se acostumbró
a hacer su cosas en el pañal de las narices. Pero al parecer no
evacuaba toda la orina que producía. U orinaba por rebosamiento. A
saber. Así que a raíz de este hecho le pusieron una sonda para evacuar
el pis... y le dejaron la sonda puesta. Tenemos, entonces, a una
mujer previamente sana con fractura de cadera, sin insomnio, que
contenía esfínteres, y que ahora bascula entre el pañal y la sonda,
entre la sonda y el pañal...
...Y por fin tengo información de primera mano sobre la noche de antes de ayer. Volvamos al lorazepam nocturno. Sí, ese que le dieron a esta señora para que durmiera... cuando estaba plácidamente dormida. Aquel
lorazepam le sentó como un tiro a la madre de mi amigo. En forma de
horribles pesadillas que jamás había tenido. Así que dejaron de
dárselo... hasta hace dos días. La señora en cuestión, para entonces, ya
estaba operada de su cadera. Un "clavo", algo simple para lo que podía
haber sido. Buena noticia. Así que, operada, recibió una nueva
pastillica de estas por la noche. Venga, p'adentro la pastillica. Mi
amigo no estaba esa noche pero sí su hermana. Que le contó al día
siguiente que, en medio de la noche, su madre se levantó. Saltó de la
cama, en la que estaba instalada una barandilla. Pero no fue obstáculo,
la pobre señora, en medio de unos sueños rarísimos, saltó de la cama y
se puso a caminar. Arrastrando detrás suyo la sonda uretral (que perdió)
y casi, casi los goteros... que fueron su tope. En su huida éstos se
mantuvieron firmes y la señora, que debía tener prisa por irse - una
prisa justificadísima, le digo a mi amigo - cayó al suelo. Fracturándose el cúbito y radio del brazo izquierdo. Afortunadamente,
sin necesidad de nueva intervención. Pero con la consiguiente escayola.
La pobre señora no recuerda nada de lo que por la noche le sucedió.
Esta entrada ya es demasiado larga, así que quizá deje para otra el
contacto de mi amigo y su familia con los traumatólogos de esa gran
ciudad sanitaria española. Un contacto kafkiano, surrealista y - le digo
yo - totalmente indecente. También podría hablarse más bien "del no
contacto" con los traumatólogos... pero eso quizá merezca otra entrada
tanto o más surrealista que la presente.
...Y, a todo esto, mi amigo vive a 400 km de la ciudad sanitaria de
marras. Ciudad sanitaria que recuerda con cariño, pues ahí hizo él el
MIR. Pero mi amigo tiene un límite. De hecho, está hasta los mismísimos cojones (lo
siento, es que me ha dicho que lo escriba así...). Y ya no teme por la
cadera de su madre sino por su salud global. Temor que es consecuencia
de la innecesaria yatrogenia a la que su madre ha sido y está siendo aún
sometida, pues el alta queda todavía algo lejos. Mi amigo no conoce
otro caso de una persona que salga de un hospital con más fracturas de
las que padecía cuando ingresó... Yo tampoco, le he dicho.
Así que como él me lo comentó yo lo transcribo tal cual. Hacedme caso porque es un tipo de fiar.
...Y, como decimos los que tenemos twitter, #estapasando
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